La comunicación, es muy sencillo.

Sabiendo que un problema convenientemente planteado ya está resuelto a medias, empezemos por hacer las buenas preguntas.

¿A quién se dirige?
Lo sabía Guillermo Tell: una error de blanco puede ser trágica.

¿Qué mensaje se desea transmitir?
Para ir a lo esencial, seguir las flechas:
determinar los informes que hay que transmitir
dejar de lado los informes inútiles o superfluos
ordenar y jerarquizar los informes retenidos
determinar el lenguaje más apropriado para comunicar estos informes.

¿Qué imagen se quiere dar?
Importa distinguir la imagen del mensaje.
Estamos en el campo de lo implícito, de lo sugerido, con sus códigos, sus símbolos y también sus tabús.

Contestar tan precisamente como sea posible estas tres preguntas es la clave de una comunicación conseguida. Este supone rigor y método.

Pero rigor no es rigidez.
Un guiño, una sonrisa dicen a menudo más que un largo discurso.
Encontrar el tono acertado, expresarse con clarida, saber dosifiar los varios parámetros de la relación, dominar esta misteriosa alquimia de la palabra y de la imagen, en el fondo, es bastante sencillo...

 

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